Javier Krahe lleva muchos años diciendo lo que piensa sobre las cosas. Lo ha hecho sin pelos en la lengua y sin decoraciones, por lo que quizá su voz no ha sido escuchada públicamente con potencia.
Mordaz y brillantemente sarcástico como pocos, el madrileño desprecia el gesto airado para afrontar los asuntos más serios con una tranquilidad y aparente intrascendencia que no hace sino dotar de mayor calado su crítica certera.
Con sagacidad y destreza, Krahe se carcajea del ser humano con esa especie de absurdo hiperrealismo que constituye su marca de fábrica.
Texto: Teatro Leal